martes, 5 de noviembre de 2013

La sombra y el equipo



Carl Jung llamó “Sombra” a esos aspectos inexplorados, temidos y no deseados de nuestras personalidades: cualquier cosa que no se ajuste al ideal de nuestro ego. La sombra sirve como "la alfombra" de la psique: los atributos que no deseamos mostrar, van a parar bajo la alfombra! Pero con el tiempo la alfombra se va llenando, hasta un punto en que revela sus secretos...

La mayoría de los procesos grupales ni siquiera mencionan la Sombra. Y nadie menciona qué hacer cuando enfrentamos energías que no conocemos, ni tenemos lenguaje para definirlas. Nadie nos enseña cómo comportarnos con la Sombra; cómo respetarla o soltarla, de modo que no nos lastime ni lastime a los demás. Así, no tenemos la oportunidad de vivir alternativas saludables para lidiar con las energías acumuladas.

Las personas no ingresan en un equipo pensando en la Sombra. Entran en él esperando cumplir metas, encontrar soluciones, más eficiencia, y una manera más humana de hacer las cosas. Pero si no miramos la Sombra, crearemos un escenario repetido. Lo que causa el colapso del grupo no es la Sombra, sino la represión y negación de la misma, la insistencia de que "ella" no está entre nosotros.

No podemos mantener la Sombra fuera del equipo de negocios, comunitario, o familiar. Cuando la admitimos en el equipo, la conexión emocional es restaurada y el sostén que nos damos unos a otros madura. Cuando trabajamos en equipo, y tenemos el coraje de preguntarnos: “¿dónde está mi lado oscuro en este momento?” cambiamos la manera en que vemos las relaciones inter-personales.

Una de las ideas más interesantes de Carl Gustav Jung fue el concepto de “La Sombra“. Jung denominó como el arquetipo de “La Sombra” a todos los aspectos ocultos o inconscientes del individuo, tanto positivos como negativos, que éste concientemente ha reprimido o nunca ha reconocido para sí. Decía, que “la sombra representa cualidades y atributos desconocidos o poco conocidos del ego tanto individuales (incluso conscientes) como colectivos. Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas.
En su mayor parte, la sombra se compone de deseos reprimidos e impulsos incivilizados que hemos excluido de nuestra auto imagen, es decir de cómo nos vemos a nosotros mismos. Estas motivaciones son percibidas como moralmente inferiores para el “ideal” de lo que creemos que somos, por lo que también depositamos en la sombra fantasías y resentimientos. De esta manera, la sombra abarca en general todas aquellas cosas de las cuales uno no se siente para nada orgulloso. Es algo así como la cochambre que barremos debajo de nuestra alfombra conciente. Estas características no reconocidas en uno, a menudo se perciben en los demás a través del mecanismo de proyección, el cual consiste en observar las propias tendencias inconscientes en otras personas. Debido a la dificultad de reconocer y aceptar nuestra propia sombra, este mecanismo de proyección es una de las formas más recurrentes y negativas de no trabajar los propios defectos y adjudicar éstos sólo a los demás.

El ser humano proyecta, en un mal anónimo que existe en el mundo exterior, todas las manifestaciones que salen de su sombra, porque tiene miedo de encontrar en sí mismo la verdadera fuente de toda desgracia. Todo lo que el ser humano rechaza pasa a su sombra que es la suma de todo lo que él no quiere, pero debe ocuparse en forma muy especial de estos aspectos, pues al rechazar en su interior un principio determinado, cada vez que lo encuentre en el mundo exterior desencadenará en él una reacción de repudio. Sumado a esto, la sombra está expuesta a contagios colectivos, debido a que el individuo es seducido por el anonimato del grupo y se deja llevar por la masa desenfrenada, en esta masa anónima, la personalidad puede expresar lo reprimido o sus aspectos no reconocidos bajo el amparo y aprobación del grupo.
El emprender este difícil camino de enfrentar, reconocer, integrar y trabajar con nuestra sombra es necesario para el conocimiento y realización total de uno mismo, proceso al que Jung denominó el proceso de individuación. La confrontación de la conciencia con su sombra es una necesidad terapéutica y, en realidad, el primer requisito para cualquier método psicológico completo. Vale la pena pasar por este proceso de llagar a un acuerdo con “El Otro” que hay en nosotros, porque así logramos conocer aspectos de nuestra naturaleza que no aceptaríamos, que nadie nos mostrará, y que nosotros mismos jamás admitiríamos.
Enfrentarse a la sombra contempla trabajar e integrar ambos lados: aquellas cualidades y actividades de las cuales uno no se enorgullece, y nuevas posibilidades que uno nunca supo que estaban ahí. Cuando aprendemos a reconocer nuestra sombra y a vivirla un poco más, nos volvemos más accesibles, naturales, y humanos, nos integra al grupo y dejamos de estar sobre él, para ser humanos entre humanos en una relación natural.
Ahora bien, qué tiene que ver todo esto con las organizaciones. Creo que mucho. No tengo idea si alguien ya formuló una extrapolación del principio de la sombra a la creación del imaginario consciente y el propio funcionamiento de las organizaciones, aunque estoy seguro que sí. No obstante, me tomaré la libertad de hacer una interpretación libre sobre la cuestión:
Todas las organizaciones reflejan y desarrollan su accionar, a través del diseño de ciertas referencias direccionales, usualmente definidas por la misión corporativa y la visión que éstas imaginan del futuro, lo cual se concretiza en la ejecución de objetivos y metas mediante las acciones corporativas. Es a partir de esas referencias direccionales, donde quedan plasmadas y sintetizadas las expectativas, motivaciones e intencionalidades que suponen dar razón de existencia a la propia organización y desde donde se construye concientemente el ethos corporativo, es decir lo que podríamos definir como la conciencia de la organización. Pero ¿qué sucede cuando el propio accionar de la organización comienza a alejarse de ésas referencias, al punto en que las acciones que ésta ejecuta reflejan lo opuesto que prescriben sus referencias? Es allí donde aparece el arquetipo de la Sombra.
Por ejemplo, bien podría suceder que una organización asumiera como parte de su propia visión la defensa de la equidad y la igualdad en relación con su mundo circundante y, sin embargo, en su interior se geste una cierta cultura de la arbitrariedad que refuerce y hasta promueva acciones injustas hacia quienes desempeñan, en ella, una actividad. Entonces, la organización, si bien tiene incorporado concientemente en su ethos una visión por demás loable acerca de cómo ésta se planta frente al mundo, termina operando (internamente) según patrones (digo yo, pseudo inconscientes) basados en un accionar injusto. En este caso, creo yo que la organización estaría actuando al amparo de su Sombra, la cual no desea ver ni asumir para sí.
Una organización es un agente o actor que obra por la acción coordinada de otros agentes que la operan y se proyecta al mundo mediante esas acciones. Teniendo los actores que la operan sus propios complejos conciente-inconciente y sus propias Sombras, no resulta descabellado imaginar que dichas sombras pudieran proyectarse sobre las acciones de la organización, dando lugar a una suerte de Sombra Colectiva que yace en el inconciente de la organización no declarado en su propio ethos corporativo. Entonces, como los individuos, también las organizaciones son hijos y padres de sus propias acciones (unas veces concientes y otras no tanto) y por eso son factibles de ser analizadas en términos del arquetipo de la Sombra.


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