El último domingo de enero se celebra el Día Mundial contra la Lepra, una enfermedad estigmatizante pero curable. Cómo se previene y qué es lo más moderno en tratamientos.
El 31 de enero se celebra el Día Mundial contra la Lepra, una enfermedad que suena antigua para muchos, pero que según un informe de enero de 2015 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) genera 200 mil nuevos casos cada año.
Para conocer un poco más sobre la situación actual de esta patología a nivel global y local, el especialista en el tema, Dr. Raúl Valdez, jefe del servicio de Dermatología del Hospital Universitario Austral, explicó de qué se trata.
“La lepra es una enfermedad infecciosa causada por una bacteria llamada Mycobacterium leprae que fue descubierta en 1871 por el médico noruego G.A. Hansen, razón por la cual también se la denomina ‘bacilo de Hansen’. Antiguamente se creía, por las deformidades que provocaba, que la enfermedad tenía causa hereditaria o correspondía a un castigo divino. En el siglo XXI sabemos que nada de eso es verdad, que las deformidades se pueden prevenir e inclusive que la lepra se cura porque desde 1981 contamos con una combinación de antibióticos de alta eficacia cuya tasa de recaída a 5 años es menor al 1%”, comentó el Dr. Valdéz.
La lepra afecta principalmente la piel, los nervios periféricos, la mucosa de las vías respiratorias superiores y los ojos, y aunque no es muy contagiosa, se transmite por gotículas nasales y orales cuando hay un contacto estrecho y frecuente con enfermos no tratados.
“Considerando que es una enfermedad milenaria, la tasa de detección es baja, especialmente si se la compara con años anteriores. Por eso, si bien la lepra como enfermedad sigue existiendo, se encuentra en franco retroceso. Como ejemplo de ello, tenemos a la Argentina en donde hay menos de 300 casos nuevos por año. Por otra parte, de acuerdo con la OMS en 1985 existían unos 5 millones de enfermos en todo el mundo, y a partir de ese momento los números empezaron a bajar reportándose en 2013 unos 180 mil en todo el mundo”, agregó el especialista.
¿Y por qué sigue habiendo casos nuevos? Porque la incubación puede ser muy larga, de hasta 20 años. Así, cuando se diagnostica un nuevo enfermo, éste rápidamente debe tomar la medicación que es tan eficaz que en dos semanas ese paciente deja de contagiar.
“El problema es que antes de tomar la medicación ese paciente puede haber estado contagiando sin saberlo. Entonces, una forma de cortar la cadena epidemiológica de contagio es examinar periódicamente a los convivientes y familiares del paciente. Un diagnóstico precoz en un familiar lleva a un tratamiento también precoz y así, paso a paso, se corta la cadena de contagio. De hecho, los países que lograron erradicar la lepra de sus territorios lo hicieron de esta forma”, explicó el jefe de dermatología del HUA.
Entre las zonas más afectadas se encuentran los países del centro de África, India, China y Brasil. A nivel local hay muy pocos casos, comparado con 20 años atrás. Esto se debe a una política constante de control desde el estado, con la colaboración de ONGs que han llevado a que la lepra haya dejado se der un problema sanitario.
¿Cómo tratarlo y evitarlo?
En cuanto al tratamiento, las opciones que propone la OMS son los esquemas multidroga a base de DDS (Diamino Difenil Sulfona) Rifampicina y Clofazimina, aunque existen otros medicamentos alternativos.
Respecto a la prevención, lo más importante es que el paciente complete el tratamiento y que no lo suspenda cuando se ve mejor; también que haya un seguimiento médico hasta la cura, y manejar el control de los convivientes para el diagnóstico precoz.
Un poco de historia
Hay una primera etapa de la lepra que se inicia en la antigüedad, en la cual los enfermos eran rechazados por la sociedad y existía un ritual para expulsarlos “extramuros”. Además, junto a la lepra se incluía a todas aquellas enfermedades deformantes, fueran o no lepra. Así, los pacientes deambulaban por los caminos o se agrupaban en cuevas para vivir de la caridad, pero no podían ingresar a las ciudades. “Aquí los puros, fuera los impuros” era la norma.
En el siglo VI nace el concepto del “leprosario”, casa de albergue para los enfermos, atendidas principalmente por órdenes religiosas, y eso fue un significativo avance porque si bien no había tratamiento al menos eran cuidados y confortados.
La tercera etapa ocurre en el siglo XX con el advenimiento del tratamiento eficaz a base de antibióticos. Ya no hacía falta tener leprosarios sino que los pacientes dispongan de la medicación.
No obstante, los avances no evitaron que la enfermedad fuera estigmatizada, al igual que quienes la padecían.
En el caso de nuestro país, el progreso llegó en 1983 cuando el Dr. Luis María Baliña, distinguido leprólogo y profesor de dermatología logró que se promulgara una ley para el “tratamiento obligatorio y gratuito” a cargo del Estado que comenzó a aplicarse en 1985.
Más tarde, en 1995 se inició un programa de control de enfermos patrocinado por tres ONG (Orden de Malta, Fundación Navarro Viola y Fundación Bunge & Born) que logró tener bajo tratamiento al 100% de los pacientes de la Argentina.
De esa manera fue bajando la tasa de casos nuevos año por año hasta lograr el objetivo de la eliminación de la enfermedad.
“Debemos distinguir ‘erradicar’ de ‘eliminar’ porque no es un tema semántico. Erradicar significa ni un solo enfermo mientras eliminar -como problema sanitario-implica menos de 1 enfermo x 10.000 habitantes. Esto último como objetivo sanitario la Argentina lo ha alcanzado hace unos 10 años”, completó el Dr. Valdéz.
Dr. Raúl Valdez
Jefe del servicio de Dermatología
Hospital Universitario Austral