Es usual que cuando nos ocurre lo que llamamos experiencias
positivas podamos fácilmente aceptar que nosotros lo hemos creado, pero si la
experiencia es negativa entonces nos resulta absurdo pensar que eso pueda ser
nuestra creación. ¿A quién se le ocurre estar creando su propio sufrimiento?
Más bien lo tratamos de evitar constantemente,
parece imposible que estemos actuando en contra de nuestros propios
intereses y lastimándonos… ¿Cierto?… Como no lo podemos aceptar entonces
resulta más fácil sentirnos víctimas de las circunstancias, porque no tenemos
ningún control sobre aquello que nos ocurre y
al sentirnos impotentes ignoramos nuestro verdadero poder.
También cuando somos testigos presenciales de algún
conflicto, del sufrimiento ajeno, de la enfermedad de otra persona o somos
oyentes de algún comentario de alguien no relacionado con nosotros, volvemos a
creer que eso no tiene nada que ver con nosotros y con nuestra realidad, por lo
tanto no creemos que lo hemos creado. Pero esto también es nuestra propia
creación, todo absolutamente todo lo que es parte de nuestra película nos
pertenece, si está dentro de nuestra mente, en la pantalla de nuestra vida, es parte de nuestros pensamientos y
sentimientos y lo estamos experimentando, es nuestro.
Hay dos ingredientes que siempre están presentes cuando
creamos nuestra realidad y son las creencias y la atención.
Aquello en lo que colocamos nuestra atención tiende a
aumentar, aquello que ignoramos tiende a desaparecer, en otras palabras,
aquello a lo que nos resistimos persiste. Si mi foco son mis carencias, hablo
de ellas, comparto mis angustias y me desespero, entonces estoy creando más
carencias. Aquello en lo que me enfoco, pasa al primer plano de mi experiencia.
Cuántos de nosotros no estamos pendientes de las noticias en
la televisión y luego lo compartimos en nuestras conversaciones…, tanto es así
que pareciera que fuéramos adictos al drama, y es eso precisamente lo que
creamos.
Por otro lado aquello que no creemos rara vez ocurre y si
sucede es porque hemos puesto allí nuestra atención, lo que desconocemos no es
parte de nuestra experiencia.
Son muchos los pensamientos que pasan por nuestra mente en
cada instante, pero solo aquellos en los que creemos es donde centramos toda
nuestra energía. Las creencias de esta manera se convierten en profecías
autorealizadas y al continuamente creer
en ellas las vamos reforzando, por eso nos resulta tan difícil cambiar nuestra
manera de pensar.
No todo lo que surge como pensamiento es aceptado por la
mente, entonces lo dejamos pasar y carece de poder pero un pensamiento acorde
con una creencia tiene la fuerza
poderosa de manifestarse.
Durante nuestra existencia desarrollamos cierto tipo de
pensamientos que atraerán a otros semejantes hasta formar una personalidad y un
sistema de creencias compacto que luego encontramos grandes dificultades en cambiar.
Una buena manera de evitarnos sufrimiento es decidir ignorar
los pensamientos procurando no identificarnos con ellos, y con decirles Gracias, Te Amo, constantemente a cada uno de
ellos, sin distinción, les damos luz
verde para que sigan su camino sin parar, reconociendo que ellos van y vienen,
y que son impermanentes al igual que las emociones, son transitorios, y si no
nos identificamos y los soltamos, ellos no dejaran huella en nuestras memorias.
Los pensamientos son visitantes que buscan atención, y si se
la damos se quedan, si los ignoramos seguirán su continuo transitar. Al dejar
de identificarnos con ellos y desapegarnos comenzamos a adquirir consciencia
del juego mental y comprendemos que la vida es un baile constante entre las
chispas divinas que somos y nuestras creaciones. Permite que los pensamientos vengan y vayan
sin detenerse, obsérvalos y dale las
gracias al déjalos partir.