miércoles, 9 de octubre de 2013

CAPITULO PRIMERO - LAS CINCO PIEZAS FUNDAMENTALES DEL ROMPECABEZAS DE LA VIDA



FILOSOFIA

La filosofía es la piedra angular en las bases del Las Cinco Piezas Principales del Rompecabezas de la Vida. Nuestra manera de pensar es un factor importante en la determinación del resul­tado de nuestras vidas. Todo lo que se desarrolla en la mente humana, ya sean ideas, pensamientos o información, forma nues­tra filosofía personal. Nuestra filosofía luego influencia nuestras costumbres y comportamiento y es aquí donde radica el comienzo de todo.

        Cómo se forma nuestra filosofía personal

Nuestra filosofía personal proviene de lo que sabemos y del proceso por medio del cual llegamos a saber todo lo que sabemos actualmente. En el transcurso de nuestras vidas recibimos impacto de una multitud de fuentes. Lo que sabemos proviene de la escue­la, de los amigos y asociados, del hogar y de la calle, de influen­cia ejercida por los medios de comunicación, proviene de los li­bros y del proceso de leer, de escuchar y de observar. Las fuentes de conocimientos e información que han contribuido a la forma­ción de nuestra filosofía actual son casi ilimitadas.
FILOSOFIA
Como adultos, toda la información que nos llega es exami­nada bajo el lente de nuestra filosofía personal. Agregamos a nuestro inventario de conocimientos aquellos conceptos que pare­cen estar de acuerdo con las conclusiones que ya nos hemos for­mado y de esta manera reforzamos nuestra manera de pensar ac­tual. Aquellas ideas que parecen contradecir nuestras creencias generalmente se rechazan rápidamente.
Constantemente estamos en proceso de confirmar,. a la luz de nueva información, nuestras creencias existentes. Conforme mez­clamos lo nuevo con lo viejo, el resultado es el fortalecimiento de nuestras creencias antiguas o la ampliación de nuestra filosofa ac­tual, con base en nueva información acerca de la vida y las per­sonas.
Las mismas creencias que dan forma a nuestra filosofía per­sonal determinan nuestro sistema de valores. Nuestras creencias nos llevan a decidir que es lo que, como seres humanos, conside­ramos valioso. Con el paso del día, decidimos hacer lo que consideramos valioso. Si una persona decide comenzar su día a las cinco de la mañana para aprovechar las oportunidades que le permitirán proporcionarle a su familia las cosas buenas de la vida, ¿qué está haciendo realmente esa persona? Está haciendo lo que considera valioso de acuerdo con su filosofía. Al contrario, una persona que decide dormir hasta el mediodía también está hacien­do lo que considera valioso. Sin embargo, el resultado de las dos filosofías ‑ de acuerdo con la apreciación de las personas acerca de lo que consideran valioso ‑ será inmensamente diferente.
Todos tenemos ideas propias acerca de las cosas que afectan nuestras vidas, basadas en la información que hemos recopilado con el paso de los años. Cada uno de nosotros tiene un punto de vista personal acerca del gobierno, la educación, la economía, nuestro patrón y un sinnúmero de otros temas. Lo que pensamos acerca de estos temas se suma a nuestra filosofía emergente y nos conduce a ciertas conclusiones referentes a la vida y a la manera como funciona. Estas conclusiones, a su vez, nos llevan a juzgar ciertos valores y este juicio determinará nuestra actuación en un día dado, o bajo ciertas circunstancias. Todos hemos tomado y seguiremos tomando decisiones basándonos en todo aquello que consideramos valioso. Si las decisiones que tomamos nos llevan al éxito inevitable o al fracaso ineludible, el desenlace depende de la información que hayamos recogido a través de los años para formar nuestra filosofía personal.

        La filosofa personal es igual al ajuste de la vela

En el transcurso de la vida, los vientos de las circunstancias soplan sobre todos nosotros en una corriente continua que afecta cada una de nuestras vidas.
Todos hemos experimentado los vientos de la desilusión, de la desesperación y del dolor abrumador. Entonces, ¿por qué si to­dos nos embarcamos en el mismo lugar al principio de nuestras vidas, con la intención de llegar al mismo destino, llegamos a lugares tan diferentes al final del trayecto? ¿No navegamos todos en el mismo mar? ¿No nos han impulsado a todos los mismos vientos de las circunstancias y no hemos sufrido el embate de las mismas tormentas turbulentas del descontento?
La manera como hemos ajustado nuestra vela determina la fuerza que nos guía a los destinos diferentes en la vida. La manera de pensar de cada uno es lo que más diferenciará nuestros puertos de llegada. La diferencia principal no la establecen las circunstancias, la diferencia principal radica en el ajuste de la vela.
A todos nos afectan las mismas circunstancias. Todos tenemos desilusiones y nos enfrentamos a desafíos. También sufrimos re­veses y momentos en los cuales, a pesar de nuestros mejores planes y esfuerzos enormes, las cosas parecen desmoronarse. Las circunstancias desafiantes no son eventos reservados para los pobres, los ignorantes o los menesterosos. Los ricos y los pobres tienen hijos que se meten en apuros. Los ricos y los pobres tienen problemas conyugales. Los ricos y los pobres se enfrentan a los mismos desafíos que pueden llevar a la ruina financiera y a la desesperación. En el análisis final, la calidad de nuestras vidas no la determina lo que sucede sino lo que decidimos hacer después de haber luchado tratando de ajustar la vela, y descubrir que el viento ha cambiado de dirección.
Al cambiar la dirección del viento, nosotros tenemos que cambiar. Tenemos que luchar para ponernos en pie una vez más y reajustar 1a vela, de manera que nos conduzca hacia el destino que hemos escogido deliberadamente. El ajuste de la vela ‑nuestra manera de pensar y nuestra manera de responder ‑tiene una capacidad mucho mayor para destruir nuestras vidas que los desafíos a que nos enfrentamos. La rapidez y responsabilidad con que respondemos a la adversidad es más importante que la ad­versidad en sí. Una vez que nos disciplinemos para entender esto, finalmente y voluntariamente concluiremos que el gran desafío de la vida es llegar a controlar el proceso de pensar.
Aprender a reajustar la vela, de acuerdo con los vientos cambiantes, en vez de permitir que dichos vientos nos impulsen en una dirección que no hemos escogido, requiere el desarrollo de una disciplina totalmente nueva. Requiere que dediquemos nuestros esfuerzos para establecer una filosofía personal poderosa que ayude a influenciar positivamente todo lo que hacemos y to­do lo que pensamos y decidimos. Si tenemos éxito en esta valiosa labor, el resultado se manifestará como un cambio en el nivel de nuestros ingresos, cuenta bancaria, estilo de vida y relaciones; en los sentimientos hacia las cosas de valor y en el razonamiento en los momentos en que nos encaramos a un desafío. Si podemos al­terar la manera como percibimos, juzgamos y decidimos los asun­tos de mayor importancia en la vida, podemos cambiar nuestras vidas de manera dramática.

        Cómo desarrollar un filosofía personal poderosa

Las circunstancias no serán la influencia más importante en el momento de decidir lo que vamos a hacer con las oportunidades que se nos presenten el día de mañana. Lo más importante será nuestra manera de pensar. La suma total de lo que hayamos aprendido hasta ahora se reflejará en lo que pensamos y en las conclusiones a que lleguemos al enfrentarnos a los desafíos de la vida.
El proceso de aprendizaje juega un papel en la determinación de nuestra filosofía personal. Durante el transcurso de los años hemos logrado recoger una cantidad considerable de conocimien­tos. Es imposible vivir sin que la información que nos rodea haga impacto en nuestra manera de pensar. La mente humana está constantemente tomando fotografías y grabando las imágenes y los sonidos que nos rodean. Cada experiencia queda impresa en las neuronas del cerebro. Cada palabra, cada canción, cada pro­grama de televisión, cada conversación y cada libro ha dejado una huella eléctrica o química en nuestra computadora mental. Cada emoción, cada pensamiento, cada actividad en que hemos partici­pado ha creado un circuito nuevo en el cerebro que se ha conec­tado con los otros circuitos ya existentes. Todo lo que ha tocado nuestras vidas está grabado indeleblemente, y lo que somos hoy día es la acumulación de experiencias que están conectadas de manera intrincada por una combinación de impulsos eléctricos y químicos almacenados en el cerebro, cuyo peso es de unas tres libras. Todo lo que ha tenido lugar dentro y alrededor de nosotros se ha convertido en esta entidad única que llamamos el sí mismo ‑ el ser humano diferente a todos los demás.
La manera de utilizar toda esta información y la manera de organizar todos estos conocimientos conforman nuestra filosofía personal. El problema radica en que mucha de la información que hemos recopilado ha producido conclusiones erradas acerca de la vida y éstas pueden obstaculizar el logro de nuestros objetivos. El único método para eliminar estas barreras mentales es repasar, refinar y revisar nuestra filosofía personal.
La mejor manera de establecer una filosofía personal nueva y poderosa es comenzar con un repaso objetivo de las conclusiones que hemos obtenido de la vida. Cualquier conclusión que no esté trabajando a favor nuestro puede estar, de hecho, trabajando en contra nuestra. Imaginemos, por ejemplo, que un hombre haya decidido que su patrón no le está pagando suficiente. Su sistema de valores ‑ basado en años de experiencia y de información acumulada ‑ le indica: "Eso no es justo". Este juicio de valores le hace dar ciertos pasos como desquite. Como resultado, reduce sus esfuerzos y hace únicamente aquello que considera justificado bajo su sueldo actual. Esta decisión no tiene nada de malo... siem­pre y cuando que su objetivo sea permanecer en el lugar donde está, haciendo lo que está haciendo actualmente y recibiendo el mismo salario actual durante el resto de su vida.
Todas nuestras creencias y selecciones contraproducentes son el resultado de información incorrecta acumulada durante muchos años. Hemos estado rodeados de fuentes equivocadas y hemos acumulado datos errados. Las decisiones que estamos tomando no están equivocadas, si nos basamos en la información que tenemos; la causa de las malas decisiones es esta información equivocada. Desafortunadamente, estas decisiones erradas nos están alejando más y más, en vez de acercarnos a nuestras metas.

                         La importancia de nueva información

Ya que es imposible identificar y borrar toda la información equivocada que está almacenada en nuestras computadoras men­tales, la única manera de cambiar nuestro proceso de razona­miento es introducir nueva información. A menos que cambiemos lo que sabemos, continuaremos creyendo, decidiendo y actuando de manera contraria a nuestros intereses.
Es esencial obtener ‑ y obtener correctamente ‑ la información que se requiere para el éxito y la felicidad. En caso contra­rio, navegaremos a la deriva y la ignorancia nos hará dar dema­siada importancia a nuestro poder, prestigio y posesiones.
La pregunta que nos tenemos que plantear es, ¿dónde pode­mos obtener mejores ideas e información nueva y correcta que nos permitan ser más de lo que somos actualmente? Afortuna­damente, estamos rodeados de un caudal de información positiva, esperando ser utilizada.

         Aprenda de las experiencias personales

Una de las mejores maneras de ampliar las dimensiones de nuestros conocimientos es haciendo un repaso serio de nuestras experiencias del pasado. Todos llevamos dentro una biblioteca de experiencias. Los libros que ocupan espacio en los libreros de nuestras mentes fueron escritos y colocados allí por las expe­riencias vividas a partir del momento de nuestro nacimiento. Estas experiencias nos sugieren que hay una manera correcta y una manera incorrecta para hacer todo en la vida, para toda decisión a que nos enfrentamos y para todo obstáculo que nos desafía.
Una manera de aprender a hacer algo bien es hacer algo mal. Aprendemos tanto del fracaso como del éxito. El fracaso tiene que enseñarnos, ya que de otra forma el éxito no nos recompensa. Los fracasos y errores del pasado nos alientan a enmendar nuestra conducta actual, para evitar que el presente y el futuro sean poco más que una copia del pasado.
Todos tenemos grabados recuerdos de acciones llevadas a cabo en el pasado y de las recompensas o consecuencias subsi­guientes a esas acciones. La clave es convertir en sirvientes a los recuerdos de esas acciones pasadas, ya que la repetición de esos eventos nos convierte en sus esclavos.
Tenemos que luchar para tener la seguridad que los recuerdos de experiencias pasadas, ya sean buenas o malas, sean veraces si es que nos van a servir y si van a hacer que nuestro futuro sea mejor que nuestro pasado. Tenemos que reflexionar en nuestro pasado, viviendo nuevamente esos momentos, ponderando las lec­ciones y refinando nuestra conducta actual basándonos en las lecciones de nuestra historia personal. Si en el pasado hemos manipulado la verdad, si hemos tenido la tendencia de culpar a otros en vez de culpamos a nosotros mismos, estamos buscando un escape de la realidad y estaremos destinados a repetir los erro­res del pasado y a vivir nuevamente las dificultades del presente.

        Aprenda de una voz exterior

Podemos beneficiarnos de un poco de instrucción. En cierto sentido, éste es el propósito de este libro. Proporciona una voz nueva y objetiva para todos aquellos que están en búsqueda de nuevas ideas y discernimiento. Todos somos capaces de corregir nuestros propios errores, pero con frecuencia una voz exterior tiene gran valor ‑ alguien que nos pueda dar una evaluación ob­jetiva de lo que somos, de la manera como nos estamos desem­peñando y del impacto potencial de nuestros pensamientos y de nuestras acciones para un futuro mejor.
Una evaluación objetiva que provenga de alguien cuyas opi­niones respetamos (alguien fuera de nosotros) nos permitirá ver cosas que no vemos. En nuestro mundo personal tenemos la ten­dencia a ver solamente los árboles, mientras que un amigo capaz y objetivo es más apto a ver el bosque. La objetividad, brindada en forma de un consejo sabio por una persona en quien confiamos y a quien respetamos, puede guiarnos a la información temprana y correcta acerca de nosotros mismos y acerca del proceso que utilizamos para tomar decisiones. Puede evitar que lleguemos a conclusiones erróneas, basadas en la familiaridad con nuestro ambiente.
Podemos considerarnos verdaderamente sabios si nos discipli­namos para aceptar los consejos ofrecidos por alguien a quien le importe, ya que la vida y las circunstancias nos pueden forzar a aceptarlos de alguien a quien no le importe.
En el mundo de los negocios, los ejecutivos que han alcan­zado el éxito, utilizan consultores quienes traen consigo una voz exterior con ideas frescas. Los empleados de una empresa pueden estar tan familiarizados con sus problemas que hayan perdido la capacidad de ver la solución que tienen frente a los ojos.
Todos tenemos que asegurarnos que tenemos acceso a la per­sona o grupo de asociados que hemos seleccionado para pedir consejo en situaciones en las que la dirección del viento ha cam­biado con tanta frecuencia que ya no estamos seguros de si vamos por buen rumbo. Otros pueden ayudarnos a examinar nuestras ac­ciones objetivamente para asegurarnos que no nos hayamos ale­jado de los fundamentos.

         Aprenda de las experiencias de otras personas con el fracaso

Otras personas y sus experiencias personales nos ofrecen un sinnúmero de oportunidades para aprender. En todas las ex­periencias ajenas hay dos fuentes valiosas de información, dos actitudes mentales, dos categorías de personas con experiencias similares pero con resultados marcadamente diferentes. Estamos expuestos diariamente a representantes de ambos grupos. Cada grupo va en pos de su propia audiencia y cada uno ejerce efecto en aquellos que deciden escucharlo. Sin embargo, ambas fuentes son importantes. Una sirve como ejemplo que debe ser seguido y la otra como ejemplo que debe ser evitado ‑ una advertencia que debe ser estudiada pero no emulada.
Todos debemos ser estudiantes del fracaso. Es parte de las ex­periencias del mundo ‑ parte de las experiencias de la vida. ¿Por qué queremos estudiar los fracasos? Para aprender lo que no debemos hacer.
Todas las experiencias pueden servimos de maestros, siempre y cuando que aprendamos de la información recibida y hagamos una inversión de su valor en nuestras vidas. Hay quien enseña que la asociación con personas que no han aprovechado sus vidas y oportunidades debe ser evitada a toda costa por temor a aprender sus malos hábitos y, como consecuencia, repetir sus errores desa­fortunados. Sin embargo, tal como alguien dijo sabiamente, "Los que no aprenden de los errores del pasado están condenados a repetirlos". Si ignoramos las lecciones del pasado, no obstante la fuente de sus orígenes, nos podremos convertir en víctimas del método de tanteo (por eliminación de errores). Si ignoramos las lecciones que nos ofrece la historia, nuestras tribulaciones nos pondrán a prueba y finalmente nuestros propios errores nos des­truirán.
Desafortunadamente, quizás, los que fracasan no enseñan sus experiencias para que todos puedan escuchar. Si tuviéramos más oportunidades de aprender de las experiencias negativas de otros, podríamos, tal vez, salvar nuestras propias vidas del desastre.

         Aprenda de los éxitos de otras personas

Vale invertir el tiempo y los recursos necesarios para llevar a cabo un estudio de las personas que han tenido éxito en la vida. Recoja las ideas y la información de todas las fuentes que tenga a mano. Lea los libros. Asista a los seminarios. Utilice el tiempo que sea necesario para acumular los conocimientos que el éxito requiere. Estudie las costumbres, el lenguaje, la manera de vestir y la disciplina de aquellas personas que han alcanzado el éxito.
Una de las fuentes importantes de la sabiduría, de aquellos a quienes les ha ido bien en la vida, son los muchos libros de citas que pueden obtenerse en las librerías. Con sólo leer las palabras de los que se han distinguido entre nosotros (pasados y presentes), podemos llegar a una mejor comprensión de las ideas que guiaron las vidas de los que fueron suficientemente importantes, suficien­temente persuasivos, suficientemente influyentes y cuyas vidas fueron suficientemente exitosas para que sus palabras sean cita­das.

        Aproveche el poder de las influencias positivas

Todos debemos estar constantemente en búsqueda de personas que podamos admirar y respetar; personas en las cuales podamos modelar parte de nuestro propio comportamiento. Gran parte de quién somos y lo que somos en este momento es una combinación de las personas que nos han influenciado a través de los años. Durante nuestra juventud, nuestros ídolos eran personajes de los cuentos infantiles, artistas de cine y músicos famosos. Durante cierta época de nuestras vidas caminábamos, nos vestíamos y has­ta tratábamos de hablar como nuestros héroes. Conforme creci­mos y nuestra personalidad individual comenzó a desarrollarse, la emulación de otros se hizo menos evidente pero la influencia, a pesar de todo, continuó presente.
Sin consideración a nuestra edad o a nuestras circunstancias, nunca estamos completamente fuera del alcance de las influencias. La clave consiste en encontrar a seres humanos cuyas personali­dades y logros nos estimulen, fascinen e inspiren para luego tratar de asimilar sus mejores cualidades. Los grandes proyectos se con­struyen con base en planos. En esta vida no hay un proyecto mayor que el desarrollo deliberado de nuestras vidas. Por lo tan­to, cada uno de nosotros necesita un plano ‑ algo o alguien que podamos ver y copiar ‑ si queremos lograr cambio y progreso.
Todos somos influenciados por alguien. Ya que esta influencia determinará, hasta cierto punto, la dirección de nuestras vidas, es mucho mejor escoger deliberadamente las personas a quienes va­mos a permitir ejercer influencia sobre nosotros, en vez de per­mitir que las influencias perjudiciales puedan surtir su efecto sin nuestro conocimiento, o sin haberlas escogido.

        Conviértase en un buen observador

Nunca debemos permitir que transcurra un día sin encontrar la respuesta a una lista de preguntas importantes, tales como:
-          ¿Qué está sucediendo en nuestra industria?
-          ¿A qué nuevos desa­fíos se está enfrentando nuestro gobierno ...nuestra comunidad... nuestro vecindario?
-          ¿Cuáles son los nuevos descubrimientos, las nuevas oportunidades, las nuevas herramientas y técnicas que han salido a la luz recientemente?
-          ¿Quiénes son las nuevas personali­dades que ejercen influencia en la opinión del mundo y de la loca­lidad?

Debemos convertirnos en buenos observadores y evaluadores astutos de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Todos los even­tos nos afectan y todo lo que nos afecta deja su huella en lo que llegaremos a ser y en la manera como viviremos en el futuro.
Una de las razones principales para el fracaso de ciertas per­sonas en la vida es que constantemente tratan de pasar el día. Un desafío más productivo es tratar de sacar algo del día. Tenemos que tener suficiente sensibilidad para observar y ponderar lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Esté alerta. Esté despierto. Deje que la vida y sus mensajes sutiles le toquen. Con frecuen­cia, las oportunidades más extraordinarias están escondidas entre eventos de la vida aparentemente insignificantes. Si nosotros no prestamos atención a estos eventos, fácilmente podemos dejar escapar las oportunidades.
Hoy en día ser un buen oyente es un reto. Hay tantas voces que reclaman nuestra atención, cada una con su mensaje y con su atractivo especial. Una de las mejores maneras de manejar este importante desafío es desarrollando el talento para escuchar con selectividad.
Escuchar con selectividad puede compararse con sintonizar la radio para encontrar la estación que más nos agrade. Mientras hacemos girar el botón, escuchamos durante uno o dos segundos y seguimos buscando o dejamos de hacerlo, de acuerdo con lo que acabamos de escuchar. Cada vez que una voz exija nuestra atención, debemos hacer una pausa y ponderar el mensaje. Si el mensaje es hueco e ignorante, debemos tener la disciplina nece­saria para seguir adelante. Debemos tocar el botón sintonizador y pasar a la voz siguiente para que,. el mensaje ignorante y hueco no nos afecte.
Todo lo que escuchamos queda grabado en nuestras computa­doras mentales y forma una nueva conexión en el cerebro. Es posible, que por curiosidad, escuchemos algunas voces por cierto tiempo. Sin embargo, si la voz no nos lleva hacia la obtención de nuestros objetivos, debemos actuar con gran cautela para deter­minar el tiempo que podemos escucharla. Debemos permitir que un mensaje nos toque solamente cuando encontremos una fuente de información valiosa, para que este mensaje agregue valor a quienes somos y lo que ya somos.
Uno de los atributos más importantes para el liderazgo es la comunicación efectiva y lo que debemos decir, sólo lo podemos aprender después de saber escuchar. El arte e escucharnos brin­da la oportunidad de agregar a nuestros conocimientos y aumentar nuestro valor personal. El proceso de hablar, por otro lado, des­pliega todo lo que hemos aprendido (o lo poco que hemos apren­dido). Antes que nuestras palabras tengan gran valor para otros, tenemos que aprender el arte de escuchar.
La mejor manera de aprender lo que debemos decir a nuestros hijos es escuchándolos. Debemos leer los libros que ellos leen y de esta manera familiarizarnos con el mensaje que están reci­biendo de diferentes fuentes. A1 escuchar la información que nuestros hijos están recibiendo, aumentaremos nuestro conoci­miento de su proceso para llegar a tomar decisiones, y esto nos ayudará a hablarles de manera más efectiva acerca de lo que es valioso.

        Lea todos los libros

Todos los libros que necesitaremos para convertirnos en una persona tan rica, tan saludable, tan feliz, tan poderosa, tan sofis­ticada y con tantos éxitos como queremos ...ya se han escrito.
Personas de todos los niveles de vida, personas que han vivido las experiencias más increíbles de la vida, personas que han pasado de la pobreza a la riqueza y del fracaso al éxito, han dedi­cado tiempo para escribir acerca de sus experiencias, para que podamos compartir su tesoro de conocimientos. Han ofrecido su sabiduría y la experiencia obtenida para que nos inspiren, nos instruyan y nos sirvan para enmendar nuestra filosofía. Sus contribuciones nos permiten reajustar nuestra vela basándonos en sus experiencias. Nos han dado el regalo de su discernimiento para que podamos cambiar nuestro planes, si fuera necesario, para evitar cometer los errores que ellos cometieron. Podemos cambiar nuestra vida basándonos en sus consejos sabios.
Todo el discernimiento necesario ya ha sido publicado, por otros, en libros. La pregunta importante es la siguiente: ¿Cuántos libros hemos leído durante los últimos noventa días, libros que ofrecen en sus páginas este tesoro de información, capaz de cam­biar y mejorar nuestras vidas, nuestra fortuna, nuestras rela­ciones, nuestra salud, nuestros hijos y nuestra carrera profesional?
¿Por qué descuidamos la lectura de libros que pueden cambiar nuestras vidas? ¿Por qué nos quejamos pero continuamos estáti­cos? ¿Por qué es que tantos entre nosotros maldecimos el efecto pero alimentamos la causa? ¿Cómo explicamos el hecho que solamente el tres por ciento de nuestra población tiene una tarjeta para las bibliotecas ‑ una tarjeta que nos daría acceso a todas las respuestas que pudiéramos desear para alcanzar el éxito y la feli­cidad? Los que desean una vida , no pueden darse el lujo de no leer los libros que tienen la capacidad de hacer un impacto im­portante en el desenlace de sus vidas. ¡Los libros que no lean no les ayudarán!
El asunto no es que los libros sean demasiado caros. Si una persona llega a concluir que el precio que debe pagar por com­prar un libro es demasiado alto, ¡qué espere hasta que tenga que pagar el precio por no comprarlo! ¡Qué espere hasta que reciba la cuenta por su ignorancia continuada y prolongada!
Hay muy poca diferencia entre alguien que no puede leer y alguien que no quiere leer. En ambos casos el resultado es la ignorancia. Aquellos que están buscando seriamente el desarrollo personal debe eliminar  los escollos que ellos mismos han colocado en su capacidad y hábito para la lectura. Hay una multitud de clases para enseñar a ser un buen lector y hay miles de libros en los libreros de las bibliotecas públicas que están esperando ser leídos. La lectura es esencial para los que ,buscan, elevarse á un nivel más alto que el nivel ordinario. No podemos permitir que nada se convierta en una barrera entre nosotros y el libro que po­dría cambiar nuestras vidas.
Un poquito de lectura diariamente producirá, en muy poco tiempo, un caudal de información valiosa. Pero si no sacamos el tiempo, si no tomamos el libro para leerlo, si no ejercitamos la disciplina, la ignorancia llenará rápidamente el vacío.
Aquellos que buscan una vida mejor tienen que convertirse primero en una mejor persona. Tienen que buscar continuamente la pericia interna para desarrollar una filosofía equilibrada de la vida y luego vivir de acuerdo con los dictámenes de esa filosofía. El hábito de la lectura es un escalón importante en el desarrollo de un base filosófica sólida. Es uno de los fundamentos requeridos para alcanzar el éxito y la felicidad.

        Mantenga un diario personal

En nuestra búsqueda constante de conocimientos y compren­sión, hay otra disciplina importante que nos ayudará a capturar la información que nos rodea, para que nuestro futuro sea mejor que nuestro pasado: Mantener un diario personal.
Un diario es el lugar donde depositamos todos nuestros descu­brimientos y observaciones de la vida. Es la presentación escri­ta, narrada en nuestras propias palabras que captura las experien­cias, ideas, deseos y conclusiones referentes a las personas y eventos que han hecho impacto en nuestras vidas.
Un diario nos proporciona dos beneficios extraordinarios. Primero, nos permite capturar todos los aspectos del momento presente para poder revisarlos y estudiarlos en el futuro. Los eventos que tienen lugar en nuestras vidas ‑ las experiencias que vivimos y de las cuales aprendemos ‑ no deben sólo "suceder?. Deben ser captadas para que sus lecciones puedan ser invertidas en el futuro. El pasado, si se ha documentado debidamente, es una de las mejores guías para tomar buenas decisiones hoy que nos llevarán a un mañana mejor.
Aunque es cierto que todos los eventos quedan grabados en el cerebro, no siempre podemos tener acceso a los detalles espe­cíficos que rodean estos eventos. Frecuentemente, los detalles pueden nublarse o distorsionarse con el transcurso del tiempo: Es posible que recordemos el resultado pero nos hayamos olvidado de la secuencia exacta de los eventos, o de las decisiones toma­das. Sin tener la información correcta para afinar nuestro re­cuerdo del pasado, corremos el riesgo de repetir muchos de los mismos errores una y otra vez.
Sin un diario, esos momentos especiales (esos hitos de emo­ción y experiencia) serán empujados por los vientos de nuestro olvido a un rincón escondido de la mente y su valor se perderá para siempre. La emoción de ese momento especial se desva­necerá rápidamente, a menos que sea captada en un diario. Podremos recordar el evento pero habremos perdido la emoción.
El segundo beneficio derivado de un diario es que, por sí, el escribir acerca de nuestras vidas nos ayuda a pensar de manera más objetiva acerca de nuestras acciones. La escritura tiende a demorar el flujo de información. Conforme hacemos una pausa para reunir nuestros pensamientos, acerca de un evento que estamos tratando de retener en papel, tenemos tiempo para pon­derar y analizar la experiencia. Comenzamos a ver con mayor claridad la fuente de nuestra información, los hechos en los cuales hemos basado nuestra decisiones y las acciones que estamos tomando como reacción a nuestras creencias. En otras palabras, no es sólo el evento sino nuestra filosofía personal lo que sometemos a un escrutinio intenso en el proceso de plasmar nuestra vida en papel. Es este escrutinio intenso lo que nos permite per­feccionar nuestra filosofía con cambios que, a su vez, sean verda­deramente capaces de cambiar la vida.
La disciplina de un diario también desarrolla nuestra capaci­dad para comunicarnos de manera más efectiva. Entre más practi­camos la captura de eventos y emociones con palabras, más clara­mente podremos comunicar no sólo nuestras ideas sino, también, el valor inherente que existe dentro de nosotros.
Es un hecho interesante que cuando el Presidente Kennedy fue asesinado, los diarios personales de algunos de los dirigentes más influyentes del país capturaron los eventos de ese día trágico. Mientras el avión presidencial cruzaba los cielos entre Dallas y Washington con el cadáver del presidente asesinado, muchos se sentaron en silencio a anotar en sus diarios sus recuerdos intensos de la tragedia. Fue una de las situaciones poco comunes en que la historia fue anotada en el momento en que sucedió, y no sola­mente una especulación de parte de los historiadores en una época posterior lejana. Esta combinación de relatos escritos sirvió, más tarde, como base del libro The Death of a President, una de las obras históricas más importantes de los últimos tiempos.
La mayoría de los hombre y mujeres que han alcanzado el éxito mantienen un diario personal que revisan frecuentemente. Es, para ellos, una segunda naturaleza. Parecen tener un instinto inherente que les indica que una vida que merece vivirse es una vida que merece documentarse. él proceso para formar el hábito deliberado y constante de escribir en el diario, bien puede ser una razón principal de su elevación a planos superiores de éxitos.
Son las disciplinas pequeñas las que llevan a los grandes lo­gros. Cuando las personas promedio prestan cuidado y atención a las cosas importantes, el paso del tiempo es lo único que de­mora su ascenso al éxito y los honores. Tanto las disciplinas pequeñas como los errores de juicio tienen tendencia a acumularse. Las primeras para beneficio nuestro y los últimos para nuestro detrimento.
Ni el éxito ni el fracaso ocurren en un evento cataclísmico. Ambos son el resultado de la acumulación de decisiones aparen­temente pequeñas e insignificantes cuyo peso combinado durante el transcurso de una vida proporcionan a la persona con su re­compensa proporcionada. El llevar o no llevar un diario perso­nal no es indispensable para lograr el éxito, pero el diario perso­nal es una pieza importante, que llamamos filosofía, en el rompe­cabezas de la vida. Al abandonar el diario, el rompecabezas no puede llegar a estar verdaderamente completo.
No hay duda que nuestras vidas valen más que una partida de nacimiento, una lápida en una tumba y medio millón de dólares en servicios y artículos consumidos comprimidos entre esos dos hitos principales de nuestras vidas. Los diarios personales son las herramientas que nos permiten documentar los detalles de los fra­casos y del progreso de nuestra existencia. A1 mismo tiempo, el proceso nos permite llegar a ser más de lo que, de otra manera, hubiéramos sido.
Rápidamente nos estamos convirtiendo en una nación de in­telectos pasivos. El abandono de nuestros talentos para la escri­tura y la lectura nos está llevando al hábito de la indisciplina al pensar. Si dudamos esto, sólo tenemos que ver el número de nuestros seres queridos que usan y venden drogas, el número de nuestros ciudadanos involucrados en crímenes violentos o delitos de naturaleza económica y el número de nuestros jóvenes que se retiran antes de tiempo de las escuelas. Falta de disciplina para pensar. Valores equivocados. Malas decisiones. Si esta tendencia no se corrige, dentro de poco habremos bajado al nivel de una po­tencia de tercera categoría.
No podemos convertirnos en una nación más fuerte hasta que comience a cambiar nuestra atención a los puntos esenciales de la vida. La capacidad para establecer un liderazgo más competente en nuestro gobierno, nuestras escuelas, nuestros negocios y nuestra comunidad yace en el valor emergente de la persona. Por esa razón, cada uno de nosotros debe comprometerse a desarrollar nuestro potencial humano en su totalidad, una disciplina a la vez, un libro a la vez y un párrafo en nuestro diario a la vez. Sola­mente persiguiendo activamente más conocimientos podemos re­finar suficientemente nuestra filosofía personal y cambiar no sola­mente nuestras vidas, sino las vidas de los que nos rodean.




                        El proceso para tomar decisiones

Siempre que una idea nueva se cruza en nuestro camino, sub­conscientemente la colocamos en nuestra balanza mental y la pesamos para determinar el nivel en el cual actuaremos para reci­birla. Aquellas ideas de mucho peso en nuestra balanza reciben atención inmediata; las ideas de poco peso reciben atención míni­ma o poco frecuente.
No importa cual sea el nivel de acción que determinemos es el correcto, nuestra filosofa tomará esta decisión. Si hemos fallado en nuestra adquisición de conocimientos adecuados, o si hemos fallado en perfeccionar o en aumentar los conocimientos que poseemos, un número significativo de nuestras decisiones nos pueden alejar del éxito en vez de acercarnos a él. Si tenemos inclinación a gastar tiempo considerable en cosas sin importancia o aun cantidades importantes de dinero en cosas insignificantes, es esencial que examinemos con más cuidado nuestro proceso para tomar decisiones.
El mundo está lleno de personas cuyas decisiones están desti­nadas a destruir sus posibilidades de éxito. Aquellos que no funcionan con base en una filosofía sólida, con frecuencia hacen lo que deben haber dejado sin hacer y no hacen lo que deben ha­ber hecho. No establecen objetivos y prioridades. Vacilan entre una decisión y otra. Están conscientes que deberían estar ha­ciendo algo, pero les hace falta la disciplina para convertir esta x conciencia en acción.
Los días se llenan de docenas de encrucijadas personales al tener que tomar decisiones en asuntos de poca o mucha trascen­dencia. Es importante recordar que todas y cada una de las selec­ciones que hagamos durante estos momentos de decisión marca el rumbo hacia un destino futuro. A1 igual que la suma total de nuestras decisiones pasadas nos han traído a nuestras circunstan­cias actuales, las decisiones que tomamos hoy nos llevarán a las recompensas o lamentaciones del futuro.
Preferencias. Decisiones. Selecciones. Cada una de ellas nos proporciona una oportunidad para determinar la calidad de nues­tro futuro. Además, cada una exige que nos preparemos por ade­lantado para la decisión que vamos a tomar. En esos momentos de selección, son los conocimientos que hemos adquirido y la filo­sofía que hemos desarrollado de estos conocimientos lo que nos servirá o nos destruirá.
Es por esto que debemos prepararnos constantemente para una confrontación no anticipada con selecciones importantes. Sola­mente con una preparación mental cuidadosa podemos hacer se­lecciones sabias repetidamente. Lo que pensamos ejerce influencia sobre lo que escogemos; lo que escogemos define lo que so­mos y lo que somos atrae lo que tenemos. Si no estamos contentos con el lugar al cual nos han llevado nuestras decisiones pasadas, el lugar de partida es nuestro proceso de razonamiento. Conforme agreguemos nuevos conocimientos, comenzaremos a refinar nues­tra filosofía. Conforme cambien nuestras creencias, cambiarán, igualmente, nuestras selecciones y las selecciones mejores produ­cirán mejores resultados.
El desarrollo de una filosofía sólida nos prepara para tomar decisiones sólidas. Al igual que un arquitecto, tenemos que apren­der a imaginarnos el resultado que deseamos lograr y pasar en­tonces a construir una base sólida para sostener esta visión. Una vez que la visión haya sido definida claramente y la base haya sido establecida firmemente, las decisiones requeridas para com­pletar la estructura se hacen con facilidad y sabiduría.

        La fórmula para el fracaso

El fracaso no es un solo evento cataclísmico. No fracasamos de un día para otro. El fracaso es el resultado inevitable de la acu­mulación de malas ideas y selecciones equivocadas. En palabras más sencillas, el fracaso no es más que unos pocos errores de juicio repetidos diariamente.
Ahora, ¿por qué comete una persona un error de juicio y luego es tan tonta que lo repite día tras día?
La respuesta es: Porque él o ella no piensa que esto importe.
Por sí solas, nuestras acciones diarias no parecen ser tan importantes. Una pequeña falta de atención, una mala decisión o una hora malgastada no resultan, por lo general, en un impacto inmediato y medible. Generalmente nos escapamos de las conse­cuencias inmediatas de nuestros actos.
Si no nos hemos preocupado por leer un solo libro durante los últimos noventa días, esta falta de disciplina no parece hacer im­pacto inmediato en nuestras vidas. Por no suceder nada drástico al final de los primeros noventa días, repetimos este error de juicio durante los próximos noventa días... y los próximos... y los próximos. ¿Por qué? Porque no parece importar. Aquí radica el gran peligro. Mucho peor que no leer el libro es no darse cuenta que sí importa.
Aquellos que comen demasiados alimentos perjudiciales están contribuyendo a futuros problemas de la salud, pero el goce del momento oscurece las consecuencias en el futuro. No parece im­portar. Aquellos que fuman demasiado o comen demasiado, continúan haciendo esta selección año tras año... porque no parece importar. Sin embargo, el dolor y el remordimiento causados por estos errores de juicio solamente han sido postergados para un momento en el futuro. Las consecuencias pocas veces son instan­táneas; más bien, se acumulan hasta que llega el día en que hay que pagar las cuentas y tenemos que pagar el precio de nuestros errores de juicio ‑ errores que no parecían importar.
El atributo más peligroso del fracaso es su sutileza. A corto plazo, estos errores no parecen causar diferencia. No parece que estemos fracasando. Es más, algunas veces esta acumulación de errores de juicio tiene lugar durante un período de gran felicidad y prosperidad en nuestras vidas. Ya que no nos sucede nada terri­ble, ya que no hay consecuencias inmediatas que capten nuestra atención, sencillamente pasamos de un día al siguiente, repitiendo los errores, con pensamientos equivocados, escuchando voces equivocadas y haciendo las selecciones equivocadas. Ayer no se nos cayó el cielo encima y, por lo tanto, el acto es probablemente inocuo. Ya que pareció no tener consecuencias medibles, es pro­bablemente seguro repetirlo.
¡Pero tenemos que estar mejor educados!
Si al finalizar el día en que cometimos nuestro primer error de juicio se nos hubiera caído el cielo encima, indudablemente ha­bríamos dado los pasos necesarios para asegurar que dicho acto no se repitiera nunca más. A1 igual que un niño que coloca la mano en una hornilla caliente a pesar de las advertencias de sus padres, tendríamos una experiencia instantáneamente acompañan­do nuestro error de juicio.
Desafortunadamente, el fracaso no nos grita sus advertencias de la misma manera que lo hacían nuestros padres. Por esta ra­zón, es imperativo que refinemos nuestra filosofía para poder seleccionar mejor. Si tenemos una filosofía personal poderosa que guía cada uno de nuestros pasos, llegamos a estar mas conscientes de nuestros errores de juicio y más conscientes que cada error sí importa.

        La fórmula para el éxito

Al igual que la fórmula para el fracaso, la fórmula para el éxito es fácil de seguir:

Unas pocas disciplinas sencillas practicadas diariamente.

Ahora, he aquí una pregunta interesante que vale la pena ponderar: ¿Cómo podemos cambiar los errores en la fórmula para el fracaso por las disciplinas requeridas en la fórmula para el éxito? La respuesta es: Haciendo que el futuro sea una parte im­portante de nuestra filosofía actual.
Tanto el éxito como el fracaso conllevan consecuencias futu­ras; es decir, las recompensas inevitables o el arrepentimiento ineludible que son el resultado de las actividades del pasado. Si esto es cierto, ¿por qué no hay más personas que tomen el tiempo necesario para ponderar el futuro? La respuesta es sencilla: Están tan cautivados por el momento presente que el futuro no parece importar. Los problemas y las recompensas de hoy son tan ab­sorbentes para algunos seres humanos que no se detienen durante el tiempo necesario para pensar en el mañana.
Pero, ¿qué sucedería si desarrolláramos una nueva disciplina que nos hiciera tomar unos pocos minutos cada día para imaginar lo que nos espera en el futuro? Podríamos, entonces, prever las consecuencias inminentes de nuestra conducta actual. Armados con esta información valiosa, podríamos dar los pasos necesarios para cambiar nuestros errores por nuevas disciplinas orientadas hacia el éxito. En otras palabras, al disciplinarnos para imaginar­nos el futuro, podríamos cambiar nuestra manera de pensar, enmendar nuestros errores y desarrollar nuevos hábitos para re­emplazar los viejos.




         Unas pocas disciplinas sencillas practicadas todos los días

Una de las cosas atractivas de la fórmula para el éxito es que los resultados son casi inmediatos. Conforme cambiamos volun­tariamente los errores diarios por disciplinas diarias, experimen­tamos resultados positivos al cabo de un corto período de tiempo. Al cambiar nuestra dieta, al cabo de pocas semanas nuestra salud ha mejorado notablemente. Al comenzar a hacer ejercicios, sen­timos nueva vitalidad casi inmediatamente. Al comenzar a leer nos damos cuenta de un nuevo nivel de confianza y seguridad en nosotros mismos. Cualquier disciplina que comencemos a practi­car diariamente producirá resultados emocionantes que nos impul­sarán a mejorar aún más en el desarrollo de nuevas disciplinas.
La verdadera magia de nuevas disciplinas es que éstas nos llevarán a cambiar nuestra manera de pensar. Si hoy comenzára­mos a leer los libros, mantener un diario, asistir a las clases y escuchar y observar más, hoy sería el primer día de una vida me­jor que nos encaminaría a un futuro mejor. Si hoy comenzáramos a tratar con más ahínco en todas nuestras actividades y a hacer un esfuerzo consciente y continuo por cambiar los errores sutiles pero perniciosos por disciplinas positivas y remuneratorias, nunca más tendríamos que conformarnos con una simple existencia ‑no sería posible después de haber probado los frutos de una vida substancial.
Hay quienes nos quieren hacer creer que no necesitamos las disciplinas para poder cambiar nuestras vidas ‑ que lo único que necesita la persona es un poquito de motivación. Pero la "motivación" no es lo que hace que personas cambien sus vidas. Para cambiar una vida primero tenemos que cambiar nuestros hábitos en el proceso para pensar. Un tonto que se motiva no es más que un tonto motivado.
Para cambiar lo que somos a lo que deseamos ser, tenemos que comenzar con esos pocos fundamentos que afectan la manera como pensamos. Podemos cambiar enormemente el curso de nuestras vidas, invirtiendo más tiempo y haciendo un esfuerzo consciente mayor para refinar nuestra filosofía personal.
Lo emocionante es que no tenemos que cambiar mucho para que los resultados obtenidos nos cambien rápidamente.

        Las disciplinas tienen tendencia a multiplicarse

Todas las disciplinas se afectan unas a las otras. Cada discipli­na afecta no solamente la disciplina que ya hemos comenzado a practicar, sino las disciplinas que vamos a adoptar próximamente. Todo afecta todo lo demás. Algunas cosas nos afectan más que otras, pero todo lo que hacemos afecta todo lo otro que hacemos. No creer en esto es ingenuidad. De aquí pueden provenir esos pequeños errores sutiles ‑no comprender el efecto que nuestros errores, repetidos durante un período prolongado de tiempo, ejercen en nuestras vidas.
Existe una tendencia en todos nosotros que nos permite con­tinuar en una acción carente de disciplina. Nos decimos: "Sola­mente me permitiré esta debilidad en esta área". Pero este tipo de razonamiento es el principio de un proceso de decepción contra nosotros mismos, ya que cada acción sin disciplina tiene tendencia a abrir el paso a otras interrupciones en la cadena de la auto­disciplina. La licencia que nos damos para desviarnos, aunque sea momentáneamente, de los parámetros de nuestra fuerza de volun­tad, establece una tendencia sutil y con el transcurso del tiempo, indudablemente sufriremos la degradación de otras disciplinas que nos hayamos impuesto.
Ya que cada disciplina afecta todas las otras, tenemos que cuidar de todas ellas. No podemos permitirnos la indulgencia de ningún error repetido uno y otro día. Recuerde, cada permiso que nos demos para continuar cometiendo un error, afecta todos nuestros buenos hábitos y esto, con el tiempo, afecta nuestros logros futuros.
Pero hay un lado positivo; cada disciplina nueva afecta todas nuestras otras disciplinas. Cada nueva disciplina que nos impon­gamos afectará positivamente el resto de nuestro desempeño per­sonal.
La clave es continuar buscando disciplinas pequeñas que nos demos cuenta que refinan nuestro razonamiento, enmiendan nues­tros errores y mejoran nuestros resultados. Tenemos que conti­nuar buscando hasta el más insignificante de esos errores de juicio que podrían convertirse en una disciplina nueva. Una vez que se inicia el ciclo de disciplinas, nuestros errores sentirán el efecto y, al retirarse, dejarán a su paso recompensas tangibles.

        El éxito y la felicidad son fáciles de alcanzar

Todas las acciones que se requieren para el éxito y la felicidad son bastante fáciles, si las hacemos una a una. El cambio del error a la disciplina es fácil, y también lo es pasar del fracaso al éxito. Es fácil porque lo podemos hacer y siempre es fácil hacer lo que tenemos capacidad para hacer. Es posible que tengamos que trabajar arduamente en la parte de la ecuación que corres­ponde a la disciplina diaria, pero ejercitar nuestros talentos para abrazar el éxito y sus recompensas, es muy fácil.
Pero si es tan fácil, ¿por qué no hay más entre nosotros que lo hagan?
Porque aunque es fácil hacer lo que se requiere para el éxito y la felicidad, también es fácil no hacerlo.

        Los peligros de la negligencia

Aquello que es fácil hacer también es fácil no hacerlo. La ra­zón principal por la cual a las personas no les va tan bien como deben y pueden, puede explicarse en una palabra: negligencia.
No es falta de dinero ‑los bancos están llenos de dinero. No es falta de oportunidad‑ los Estados Unidos continúan ofrecien­do las oportunidades más increíbles y abundantes que se hayan visto en país alguno durante seis mil años de historia documen­tada. No es la falta de libros ‑ las bibliotecas están llenas de li­bros .... ¡y son gratis! No son las escuelas ‑ las aulas están llenas de buenos maestros. Tenemos muchos sacerdotes y ministros reli­giosos, dirigentes, consejeros y asesores.
Todo lo que pudiéramos necesitar para convertirnos en ricos, poderosos y distinguidos lo tenemos a nuestro alcance. La razón principal por la cual muy pocos aprovechan las ventajas que tene­mos es, sencillamente, la negligencia.

Muchos de nosotros hemos oído la expresión "Una manzana al día evita las visitas a la enfermería". Podemos debatir la vali­dez de este dicho, pero ¿y si fuera cierto? Si con una acción sencilla ‑ esa disciplina tan sencilla ‑ pudiéramos ser más sanos y estar más alertas durante nuestras vidas, ¿no tendría sentido y no sería fácil comernos la manzana todos los días?
Suponiendo que esta cita sea cierta, ¿por qué no comemos una manzana al día ‑ todos los días ‑ para conservar nuestra salud? Si es tan fácil y esta disciplina conlleva una recompensa tan im­portante, ¿porqué no lo hacemos? Porque las cosas que son fáciles de hacer también son fáciles de no hacerlas. El fracaso es así de sutil. El fracaso es, en gran parte, una consecuencia de la negli­gencia. Dejamos de hacer las cosas pequeñas que debemos hacer y esta licencia, aparentemente insignificante, se transfiere a esas cosas que son importantes que hagamos. Una negligencia insigni­ficante tiende a convertirse en un omisión de calibre después de cierto tiempo.
El abandono es parecido a una infección. Si no se controla, se extiende por todo nuestro sistema de disciplinas y finalmente lleva al desmoronamiento de una vida humana con posibilidades de ser próspera y feliz.
El no hacer lo que sabemos que debemos hacer nos hace sentir culpables y la culpabilidad lleva a la erosión de la confianza en nosotros mismos. Conforme disminuye esta seguridad, disminuye nuestro nivel de actividad. Conforme disminuye nuestro nivel de actividad, inevitablemente declinan nuestros resultados. Conforme sufren nuestros resultados, nuestra actitud comienza a debilitarse. Conforme nuestra actitud gira de lo positivo a lo negativo, la con­fianza en nosotros mismos disminuye todavía más... y sigue ...y sigue... el ciclo. El no hacer las cosas que podemos y debemos hacer, resulta en la creación de una espiral negativa, que una vez que comienza es difícil de detener.

                         Aprenda a escuchar la voz correcta

¿Por qué estamos inclinados a hacer, con tanta frecuencia, las cosas que son las menos importantes y tan reacios a hacer las cosas esenciales que exigen el éxito y la felicidad? ¿De dónde proviene esa voz que nos dice en un susurro, "Deja que todo siga su curso. ¿Por qué te preocupas de toda esa tontería de la disci­plina"? Es la voz de la "negatividad", una voz que se ha fortale­cido más y más durante los últimos años como resultado de la proximidad con las influencias perjudiciales, produciendo pensa­mientos perjudiciales, desarrollando filosofías perjudiciales y tomando decisiones perjudiciales.
Parte de la solución para silenciar esta voz de la "negatividad" es escuchar las voces calladas del éxito que residen dentro de cada uno de nosotros. La voz del éxito está en lucha continua tratando de sobreponerse a los ruidosos consejos de la voz del fracaso. Nuestra libertad personal nos permite escoger la voz que quere­mos seguir. Cada vez que claudicamos ante la voz de la penumbra en la vida y nos dejamos persuadir para que repitamos los erro­res, en vez de aprender nuevas disciplinas, se fortalece la voz de la "negatividad". Por el contrario, cada vez que escuchamos las instancias de la voz del éxito y permitimos que nos persuada que apaguemos la televisión y abramos un libro, que abramos nuestro diario y escribamos nuestros pensamientos o que usemos un momento tranquilo para ponderar hacia donde nos llevan nuestras acciones actuales, la voz del éxito responde a estas disciplinas nuevas y día a día aumentan en fuerza y volumen.
Nunca podremos eliminar totalmente la voz del fracaso que existe dentro de nosotros. Siempre estará presente, urgiéndonos a que pensemos, sintamos y actuemos en una forma que es contra­ria a nuestros intereses óptimos. Sin embargo, podemos silenciar de manera efectiva esta influencia destructiva, por medio del desarrollo de una filosofía sólida y una actitud positiva para la vida y para nuestro futuro.
Es fácil crear una filosofía nueva. Es fácil tomar decisiones nuevas y mejores. Todo lo digno de valor y de recompensa que hemos mencionado en este capítulo es fácil de hacer, pero el desa­fío principal ‑ lo que nos puede dejar con centavos en vez de fortunas y con baratijas en vez de tesoros ‑ es que es igualmente fácil no hacerlo.
Tenemos que mantenernos atentos a las diferencias sutiles que existen entre el éxito y el fracaso y protegernos constantemente de las voces internas que nos pueden hacer repetir errores costo­sos, en vez de desarrollar disciplinas nuevas.
Cada uno de nosotros debe tomar una decisión consciente de tratar de alcanzar una vida buena por medio del refinamiento de nuestras ideas y del examen cuidadoso de las consecuencias que puede acarrear la acumulación de nuestros errores. No podemos permitirnos pensar que los errores no importan. Sí importan. No podemos permitirnos suponer que la falta de disciplina en un área pequeña de nuestras vidas no va a causar diferencia. Sí, la causa. Y no podemos permitirnos creer que podemos obtener todo lo que queremos tener y convertirnos en todo lo que deseamos ser sin hacer cambios en la manera como pensamos de la vida. Tenemos que hacerlos.
El viaje hacia la vida buena comienza con un cometido serio de cambiar cualquier aspecto de nuestra filosofía actual que pueda interponerse entre nosotros y nuestros sueños. El resto de las piezas del rompecabezas de la vida tiene poco valor si no hemos resuelto firmemente hacer algo con esta pieza del rompecabezas.
Todo está a nuestro alcance si leemos los libros, mantenemos los diarios personales, practicamos las disciplinas y libramos una nueva y vigorosa batalla contra el abandono. Estas son algunas de las actividades fundamentales que llevan no solamente al desa­rrollo de una filosofía nueva, sino a una vida nueva llena de felicidad y de logros. Cada actividad nueva y positiva debilita el dominio del fracaso y nos guía cada vez más hacia el destino que hemos escogido. Cada paso nuevo y disciplinado en dirección al éxito fortalece nuestra postura filosófica y aumenta nuestras posi­bilidades de lograr una vida bien equilibrada. Sin embargo, el primer paso hacia este logro meritorio implica ser el jefe de nues­tra nave y el capitán de nuestra alma por medio del desarrollo de una filosofía personal sólida.


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