Estos tres aspectos
del ser, lenguaje, cuerpo y emoción,
conforman una congruencia cuyos componentes se influyen entre sí, y en
su totalidad. Esto abre la posibilidad de utilizar cualquiera de ellos para
modificar a los otros dos. Podemos modificar un estado anímico de
apatía, por ejemplo, invitando a un
caminar fisiológico y luego sinérgico.
La transformación que podemos producir en cualquiera de los
dominios de lenguaje, cuerpo ó emoción, se traduce en modificaciones de los
otros, y estos cambios resultan en una coherencia distinta, en línea con los
resultados a los que se aspira.
A menudo, los cambios en uno de los tres dominios no logran
conservarse, debido a la presión de coherencia que proviene de los otros dos.
Ello obliga muy frecuentemente a intervenir simultáneamente en los tres
dominios, para asegurar que las transformaciones producidas en uno de ellos
sean coherentes en los otros.
Nuestra vida emocional es un factor crucial en cada esfera de
la acción humana. Nuestras emociones son determinantes en lo que podamos o no
lograr en los contextos de familia, trabajo, aprendizaje, sociabilidad y espiritualidad.
LA DISTINCIÓN ENTRE ESTADO DE ÁNIMO Y EMOCIONES
Cada vez que experimentamos un suceso inesperado se activa
una emoción. Las asociamos con los quiebres, es decir, con interrupciones de
nuestra transparencia, término que en la Ontología del Lenguaje se utiliza para
identificar la continuidad de los sucesos.
Cuando hablamos de emociones, por lo tanto, podemos señalar
las circunstancias particulares que las generan. Podemos identificar los
acontecimientos que “gatillan” las emociones, según terminología utilizada por
Maturana. Si estos acontecimientos desaparecen, normalmente las emociones que
los acompañan también desaparecen. Las emociones son específicas
(identificables y definidas: alegría, rabia, miedo, por ejemplo) y reactivas
(son respuestas automáticas a los acontecimientos inesperados). Los
acontecimientos las preceden. Al referirnos a las emociones, a menudo estamos
observando la forma en que ellas
modifican nuestro horizonte de posibilidades.
El reconocimiento de la relación entre la emoción, cuerpo,
lenguaje y conocimiento, nos permite no
sólo una determinada interpretación de los fenómenos emotivos, sino también de
posibilidades concretas de pensamiento y acción.
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