Los adultos mayores en todo el mundo son festejados desde
1982, cuando se celebro la primera Asamblea Internacional de la Organización de
la Naciones Unidas dedicada al envejecimiento.
El rápido proceso de envejecimiento es resultado de un
proceso demográfico motivado por el mejoramiento de las condiciones de vida,
particularmente en materia de salud y alimentación, con esto actualmente en el
mundo hay más de 600 millones de personas de más de 60 años y para el 2050 se
espera que dicha cantidad se haya más que triplicado, sumando 2,000 millones de
seres humanos con esa edad. Para ese entonces, según las mismas estimaciones,
por primera vez en la historia, habrá más ancianos que niños.
El progreso material de las sociedades occidentales es algo
que nadie cuestiona. Sí existe, sin embargo, cierto debate cuando se plantea la
discusión en términos más generales: ¿es el mundo hoy mejor de lo que nunca
fue? ¿Somos unos privilegiados, o deberíamos mirar a algún antepasado con
envidia?
La transición de la salud
En los últimos dos siglos la esperanza de vida en Occidente
aumentó de forma asombrosa. Esta «transición saludable», como ha venido en
llamarse, empezó en varios países occidentales, pero ha tenido su reflejo en
todo el mundo. Para dar datos, podemos tomar el caso de Francia: hoy el 96% de
las francesas vive hasta los 40 años, cuando en 1740 solo un 33% alcanzaba esa
edad. En realidad, apenas la mitad de las niñas vivía para cumplir los 5 años.
Para los más escépticos cabe destacar que la transición
saludable no es un fenómeno particular a ciertas sociedades, sino una tendencia
global. Desde 1960 a 2010 la esperanza de vida en el mundo aumentó pasó de 52 a
70 años. Aumentó en 18 años en América Latina, en Asia y en el Pacífico,
aumentó en 13 años en el África Subsahariana, la región más desfavorecida, y
hasta en 26 años en Oriente Próximo y el Norte de África.
En definitiva, durante el siglo XX el mundo vivió una
transformación sin precedentes: por primera vez en la historia de nuestra
especie la edad más probable para morir dejó de ser la infancia y pasó a ser la
ancianidad. Esto, que hoy tenemos asumido, es un característica absolutamente
novedosa para una especie que tiene millones de años.
Para conseguir una vejez con calidad de vida y con
autonomía, hay que tomar medidas desde la niñez
Dieta sana y ejercicio son las dos normas preventivas por
excelencia para envejecer de manera saludable y conservar la autonomía en la
ancianidad. Hay otras medidas que también repercuten en esta etapa, pero estas
dos son las más eficaces.
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